Thursday, November 24, 2005


LA HORA DE PHILIP DICK


La maquinaria canónica oficial de la literatura estadounidense ha estado muy ocupada últimamente con los autores del género policial. Patricia Highsmith y Raymond Chandler son dos de esos escritores de “género” que en años recientes han sido reevaluados y reeditados en lujosas ediciones de papel biblia. Hoy, un escritor “serio” como Richard Russo puede decir, sin que nadie lo tilde de exagerado, que en una relectura de Chandler se pueden encontrar cosas más interesantes que en una de Hemingway.
Esta maquinaria canónica es más reticente con ese otro género de literatura popular, la ciencia ficción. Sólo eso puede explicar que la prestigiosa Library of America todavía no haya editado la obra de Philip Dick (1928-1982). Eso, sin embargo, es cuestión de tiempo: hace mucho que Dick ha dejado de ser un escritor de culto para convertirse en un escritor central de la literatura y cultura popular contemporáneas; un escritor canónico, más allá de cualquier posible limitación genérica, y más allá de cualquier necesidad de oficializar su importancia. Minority Report, la película de Spielberg y Cruise basada en un cuento de Dick, ha consolidado ese lugar central (Time acaba de elegir a Ubik entre las 100 mejores novelas del siglo XX, y Richard Linklater está terminando de filmar A Scanner Darkly).
Para quienes todavía no han leído a Dick, y lo conocen de oídas—o mejor, de vista, a través de adaptaciones cinematográficas de sus obras, como El cazador de androides (Blade Runner) o El vengador del futuro (Total Recall)--, el mejor lugar para comenzar a leerlo son sus cuentos. No sólo porque muchas de sus novelas son alargadas reelaboraciones de sus cuentos, sino porque Dick es un extraordinario cuentista. Uno se pregunta, al leer textos como “Adjustment Team” o “The Electric Ant”, lo que Borges se preguntó al recordar su primera lectura de Kafka: cómo fue que la gran mayoría de sus primeros lectores estuvo frente a la Revelación y no se dio cuenta de ello. ¿Quizás porque leían el cuento en el Magazine of Fantasy & Science Fiction y no en el exquisito New Yorker? ¿O acaso ocurrió que debieron pasar algunas décadas para que Dick pudiera ser entendido? Dick nunca quiso dedicarse a predecir el futuro, pero sí fue un gran adelantado.
Los mejores cuentos de Dick se hacen, de una u otra manera, las dos preguntas obsesivas que Dick se hizo durante toda su vida: ¿qué significa ser humano? Y ¿qué es la realidad? En ese sentido, uno de los cuentos más emblemáticos de Dick es “Imposter”, también llevado a la pantalla, final infeliz y todo (el Minority Report de Spielberg tiene un innecesario final hollywoodiense; el cuento es harto más siniestro). Spence Olham es un científico que trabaja en un proyecto secreto para el gobierno, hasta que un día es arrestado debido a que se cree que es un replicante de otro planeta, un espía infiltrado. Según el gobierno, el robot se había deshecho de Olham y tenía en su interior una bomba que luego haría detonar para destruir el proyecto. Olham no cree en lo que le dicen; sus angustiosas palabras podrían haber sido pronunciadas por muchos otros personajes de Dick: “Soy Olham. Estoy seguro. No me cambiaron por nadie. Soy el mismo de siempre”. Olham escapa, y su misión consiste en probar que es un ser humano y no un androide. Esto no es fácil: el robot ha sido construido de manera que nadie pueda percibir la diferencia. En un sorpresivo final que sólo puede llamarse “dickiano”, y que en realidad no es sorpresivo para quienes han leído una buena parte de la obra de Dick, la realidad se nos muestra como un falso constructo detrás del cual se encuentra… otro falso constructo: nada es lo que parece, y lo peor de todo es que las apariencias no encubren la realidad, sino otra capa de apariencia, y así sucesivamente, ad infinitum.
Si los paranoicos creen que una vasta y siniestra conspiración del gobierno es la que le impide al ciudadano común y corriente aprehender la realidad —tesis presente en un gran número de obras de la cultura popular, por ejemplo Los Expedientes X--, entonces Philip Dick era, como sugiere el crítico Brent Staples, un paranoico de paranoicos, alguien para quien el gobierno no era ningún gran culpable, y que sospechaba que en el fondo no había ningún gran culpable. Es cierto que en la obra de Dick se puede leer una crítica virulenta al sistema capitalista; más que el gobierno, son las corporaciones las que dominan el mundo, y, como en el cuento “Paycheck” —llevado de manera prosaica al cine por John Woo--, éstas son capaces de ofrecerle trabajo a un individuo por dos años, a cambio de borrar por completo esos dos años de su mente; el personaje típico de Dick es un oficinista de la clase media, mantenido por las corporaciones en una condición autista y amnésica (de ahí la paranoia). Pero, más allá del gobierno, y del desenfrenado capitalismo que representan las grandes corporaciones en la obra de Dick, Roberto Bolaño señaló, con razón, que “Dick escribe sobre La Entropía, con mayúsculas”. El mundo de Dick se desordena, va decayendo rumbo a su inexorable disolución final, y generalmente no hay, como en su novela cómico-metafísica Ubik, una fuerza divina en aerosol, capaz de contrarrestar ese decaimiento.
El tema de la confusión entre el ser humano y el robot aparece en otros cuentos de Dick —notablemente, en “Adjustment Team”, “Second Variety”, “The Electric Ant” y “We Can Remember It for You Wholesale”, base para El vengador del futuro—, y en novelas como Do the Androids Dream of Electric Sheep? (Blade Runner). En la sociedad en la que vivimos, en la que cada vez existe más interacción entre el ser humano y las máquinas, Dick sospecha que llegará un momento en que no se pueda distinguir entre un ser humano y una máquina. En el famoso test de Turing, propuesto por Alan Turing en 1950 para distinguir entre un ser humano y una máquina, uno se encuentra solo en una habitación, frente a las pantallas de dos computadoras. Hay dos entidades en otra habitación, que responden a las preguntas de uno; basado en las respuestas, uno debe decidir cual de las entidades es un ser humano, y cuál una máquina. El mundo de Dick asume que quien toma el test de Turing se equivoca casi siempre en su decisión; en la película Blade Runner, el cazador de androides Deckard averigua, por medio de un test, que Rachael es una androide; lo que no averigua del todo, y la novela y el Director’s Cut de Ridley Scott sugieren de manera brillante y perversa, es que Deckard es también un androide.
Dick era adicto a las anfetaminas, y algunos críticos sugieren que sus mejores novelas, las que escribió en el período que va de 1962 a 1966 —donde aparece la figura del replicante--, se deben a una liberación de energías creativas debido a las drogas. Algunos personajes de Dick necesitan drogas psicodélicas para enfrentarse al vacío de la realidad. Pero Dick sabía que en la vida misma uno no necesitaba drogas para alucinar; como dice un personaje en Ubik, “vivir es alucinar despierto”. Nuestro presente se parece mucho a las ficciones de Philip Dick, y por ello Rodrigo Fresán dice que Dick se ha convertido en un escritor realista/naturalista. De cualquier forma en que se lo lea, lo cierto es que Philip Dick se ha convertido en uno de los escritores fundamentales de nuestro tiempo. Ya llegará el momento en que la edición de sus obras en papel biblia hará asustar equivocadamente a más de uno: tendemos a igualar lo clásico a lo aburrido, a lo difícil. Pero ése ya es otro tema.

9 Comments:

At 6:11 AM , Blogger Soñadora Insomne said...

Yo no he tenido la oportunidad de leer ningún cuento o novela de Dick. Sin embargo, todo lo que leo en este artículo, independientemente de las ganas de buscar estos cuentos y novelas, me hace recordar mucho tus libros.
Siempre que te leo aparece por ahí Blade Runner y me gustaría mucho saber por qué te marcó tanto, si es que se puede decir marcar. ¿Son acaso aquellas dos preguntas que plantea las culpables? ¿Encontraste respuestas para ti?

 
At 6:40 AM , Blogger Edmundo Paz Soldán said...

hola soñadora, he estado leyendo tu blog, tu texto sobre Jacobo me gustó, y también tus confesiones sobre tu relación con la literatura (muy similares a lo que yo experimenté durante mi adolescencia).
Bueno, hay obsesiones de las que mejor no saber el porqué. Pero es cierto que, desde una perspectiva diferente, dos autores que me gustan mucho, Dick y Borges, se preguntan sobre la naturaleza de la realidad... Tuve una crisis existencial a mis dieciocho, y luego descubrí que quizás lo que me interesaba de la literatura no era que me daba respuestas, sino que me permitía hacer las preguntas que debía hacerme.

 
At 7:12 AM , Blogger Soñadora Insomne said...

En cuanto a mi relación con la literatura, a veces me responde, pero al responderme me hace preguntas más complicadas, como en un círculo vicioso creciente. Lo bueno es que me conduce a aprender más, a pensar más, a leer más y a vivir más.
Gracias por tus palabras de aliento. Como siempre.

 
At 4:49 AM , Blogger Miguel Lundin Peredo said...

Definitivamente la influencia de el autor de la novela Sueñan los androides con ovejas electricas? que fue adaptada al cine como Blade Runner ,esta presente en algunos de tus libros.
A mi particularmente me encanta un cuento adaptado al cine, no me refiero a Minority report, estoy pensando en la pelicula "Screamers".
Tienes razon cuando escribes que las ficciones de Dick son palpables hoy en dia, aunque dudo que convivan camuflados androides entre nosotros,los estudios en robotica estan avanzados y puede que en una futura decada veamos al primer robot con inteligencia artificial compartiendo con los humanos las penurias de la vida.

 
At 4:50 AM , Blogger Mastropiero, El Otro said...

Hola Edmundo
De acuerdo sobre todo en que la necesidad de alucinar es vivir, más de acuerdo todavía que cuando alucinamos y nos encontramos recién con las historias que quieren ser contadas. Pienso en borracheras en Cochabamba, en frases simples y geniales soltadas sólo al son del alcohol, en amores y verdades descubiertas cuando haces pis bajo un arbolito de un viernes tres a.m.
Pienso en otras alucinaciones que vivo aquí, lejos de casa. Creo que cualquier cosa que te embriague (y no siempre es el alcohol o las drogas) es el mejor despertador de cerebros, no importa el motivador, lo importante es que ocurra la explosión en la cabeza.
Abrazos

 
At 10:20 AM , Blogger Miguel Lundin Peredo said...

Mastropiero :
Quizas las alucinaciones sean para ti una fuente de inspiración, dudo mucho que un drogadicto de un suburbio hispano, decida escribir una novela como Rayuela despues de haber consumido cannabis 6 horas consecutivas. Las alucinaciones pueden ser el inicio sin final de un delirio cronico.

 
At 4:24 PM , Blogger pablo said...

Estimado compatriota (por no tener otra palabra más apropiada):

Me llama gratamente la atención que un escritor de fuste como tú, con la elocuencia literaria y el vasto camino recorrido, haya tenido la inclinación de comprometerse con un blog -y esto lo digo en un sentido estrictamente personal- pues muchos de quienes han llegado trepando como hormigas de fecundo trabajo, y con fecundo trabajo, haciendo gala de una actitud propia de los ilusionistas de bolsillos, no se permitan una "licencia" para codearse con personas que no han alcanzado alturas, pero que, sorprendentemente, muchas de ellas revelan facetas tan interesantes de los mundos en que habitan, que se me antoja que, al final de cuenta, son ellos quienes son los verdaderos descubridores de nuevas estrellas, galaxias, vías lácteas y universos en este vasto y espacioso firmamento del blog, donde día a día se encuentra uno con un lucero nuevo y sin ningún tipo de telescopio.

Me complace tu sencillez y te ofrezco mi amistad.

http://pablomendietapazs.blogspot.com

 
At 6:54 PM , Blogger Edmundo Paz Soldán said...

saludos mastropiero, vi tus blogs, muy bien, yo leí la novela de Cercas y no me mató, simplemente repitió la formula de Salamina, novela que sí me encantó.

 
At 6:56 PM , Blogger Edmundo Paz Soldán said...

estimado pablo, felicidades por el libro publicado por Plural. Cuando uno escribe uno debe preocuparse sólo del presente, olvidarse de lo logrado o lo por lograr, así que no hay vasto camino ni alturas, sólo literatura. Espero conocerte en persona, suerte con el libro y el blog.

 

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