Tuesday, March 04, 2008


RETRATO DE GRUPO CON DICTADOR AL FONDO

La novela latinoamericana del dictador sigue viva en las nuevas generaciones. Lo demuestra con contundencia Jorge Eduardo Benavides en su reciente Un millón de soles (Alfaguara), que recrea con enorme ambición narrativa los siete años de la dictadura populista de Velasco Alvarado en el Perú (1968-1975).

El principal aporte de Benavides a este subgénero es mostrar que, detrás de la visión de un hombre mesiánico en el que confluyen todos los hilos, hay un entorno muy dispuesto a manejar buena parte de la tajada. El dictador Velasco aparece aquí como un ser caprichoso y paranoico pero en el fondo bien intencionado, creyente hasta el final en su proyecto revolucionario, capaz de llorar ante la forma en que la “patria malagradecida” le devuelve su sacrificio. Como personaje, no llega a dominar la novela; Benavides está más interesado en el entorno de militares y civiles que conspiran, van ganando posiciones, sueñan con la caída de Velasco. Entre esos militares se encuentra un joven mayor Montesinos, el más maquiavélico de todos, dispuesto incluso a sacrificar una relación sentimental (“hay cosas que se deben hacer aunque nos duelan”) con tal de consolidar el poder del Estado ante las primeras manifestaciones contra el régimen. Montesinos emerge como una gran creación; la novela gana interés cada vez que él aparece en escena.

Novela “del poder”, más que del dictador, entonces. Una “microfísica del poder” foucaultiana nos diría que siempre ha sido así, que el poder nunca está concentrado en una persona, es difuso y se extiende en ramificaciones infinitas. Así, en la novela latinoamericana, los grandes caudillos carismáticos y temibles al estilo del Francia de Roa Bastos en Yo, El Supremo (1974), han dado paso a títeres incapaces de imponerse a los miembros más destacados de su corte. Quizás en verdad nunca detentaron el poder del todo, y hemos leído mal estas novelas: en El otoño del Patriarca (1975), ya García Márquez nos mostraba a un dictador que, a medida que avanzaba la novela, iba siendo suplantado en su poder por sus colaboradores más cercanos (hay que leer esta novela contra natura, como un texto realista mágico que es, para sorpresa de muchos, un precursor de la reflexión actual sobre el triunfo del simulacro en la sociedad contemporánea). El siniestro Trujillo de Vargas Llosa en La fiesta del Chivo (2000) es, quizás, una excepción a la regla, aunque incluso allí las mejores partes de la novela tienen que ver con la forma en que Balaguer va manipulando los hechos hasta convertirse en el sucesor indiscutible.

En los últimos años, diferentes proyectos narrativos han ido ampliando el registro de lo que se entiende por “novela” en América Latina (Aira y Bellatín, Zambra). El tronco principal –el realista, el de la preocupación por cuestiones sociales y políticas--, sin embargo, se mantiene muy vivo. Desde su primera novela, Los años inútiles (2002), Benavides se ha instalado como uno de los escritores de la nueva generación más afincado a estas tradiciones centrales. No es difícil ver la sombra de Vargas Llosa en ciertas ideas básicas de su proyecto narrativo –la manera en que toda una sociedad va corrompiéndose ante los abusos del poder, por ejemplo--, y también en la estructura arquitéctonica de sus novelas, en la forma hábil en la que incorpora el habla de los personajes dentro de sus párrafos (“Sánchez Idíaquez esbozó una sonrisa inmensa, que le achinó el rostro, qué guapa estaba hoy Leticita, dijo, y ella frunció la nariz como ante un mal olor, cogió el abrigo del decano, que no usara ese diminutivo horrible con su nombre, por favor…”). También se puede reconocer la influencia no tan obvia del José Donoso más realista en el ritmo de las frases, en la minuciosa profusión de detalles que van dándole textura y densidad a sus novelas.

Un millón de soles tarda en armarse. Velasco aparece, enérgico, ambicioso; los militares y civiles de la corte –Tamariz, Carranza, Ravines, Montesinos— son retratados con sus ambiciones y mezquindades; desfilan las mujeres, pero en esta sociedad patriarcal sólo parecen servir para que los hombres se confiesen en la intimidad de la alcoba, o para el sexo. Hay tramas que se van desplegando a granel, conciliábulos continuos mientras se juega póker y se bebe whisky y gin con Bingo Club (estas conversaciones funcionan como una suerte de coro griego, comentan sobre la acción y a la vez hacen avanzar la novela). A partir de la segunda parte, Benavides va atando los cabos, el mundo de la novela se hace inteligible y dinámico. 

La apuesta de Benavides es arriesgada: en vez de concentrarse en algún momento importante del gobierno de Velasco --un catalizador que nos explique lo que significó ese régimen--, el escritor peruano ha optado por una visión más bien panorámica, abarcadora, en la que una serie de sucesos va jalonando el septenio del Gobierno Revolucionario: la nacionalización de las compañías petroleras norteamericanas, la deportación de opositores, la llegada de asesores yugoslavos para transformar el modelo industrial, la estatización de la prensa, la huelga de los policías. Benavides va ganando puntos, como sugería Cortázar que ganan las novelas, pero en realidad se trata de una trampa: las últimas y trepidantes cincuenta páginas muestran que lo que Benavides quería era ganar por knock-out. Lo consigue. 

(publicado en la edición española de Letras Libres, marzo 2008)

6 Comments:

At 7:25 PM , Blogger Carlos M. Sotomayor said...

Estupenda lectura de la novela de Benavides, Edmundo. Un abrazo a la distancia.

 
At 3:53 PM , Blogger Edmundo Paz Soldán said...

gracias, Carlos, por la buena onda. Un abrazo

 
At 9:33 AM , Anonymous Anonymous said...

Interesante tema el de los gobernantes con tintes dictatoriales. Por acá, por Ecuador, el tema del mal manejo del poder sería argumento de infinidad de novelas; solamente pensar en la gula egocéntrica de Bucaram, o en la voracidad de Gutiérrez es más que suficiente.
Claro que no han sido dictadores en toda la extensión del término, pero sí han ido tejiendo esas redes ocultas, y a veces terroríficas, desde el poder.
saludos, muy buen blog.

 
At 10:45 AM , Blogger Miguel Lundin Peredo said...

Tal vez habria que esperar una novela del subgenero de los dictadores que tenga todas tus caracteristicas,casualmente en estos momentos estoy leyendo la tercera novela de Benavides,y el personaje que creo mas trabajado en la trama es sencillamente Tamariz.

 
At 2:07 PM , Blogger Laura Pintos said...

Raro sería que no consiguiese el triunfo final, porque Benavides aúna talento, pasión y mucho oficio.
Entré a tu blog para felicitarte por el artículo "El blog y la literatura del siglo XXI", publicado el sábado en Babelia. Tu análisis me pareció acertadísimo. Por aquí me quedo, leyéndote. Un saludo desde Madrid.

 
At 6:12 PM , Blogger Edmundo Paz Soldán said...

gracias, Laura, me alegra que te haya gustado el artículo. Y sí, jorge es uno de los narradores que cuentan hoy

 

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