CUENTO CON DICTADOR Y TARJETAS
(un relato breve)
En ese entonces el dictador Joaquín Iturbide era dueño de una fábrica de tarjetas y poseía el monopolio de la venta de tarjetas en el país y un día se le ocurrió declarar el 26 de junio día de la Amistad y las tarjetas creadas para ese día tuvieron un éxito inesperado en la población y lograron ganancias espectaculares para la empresa; ello llevó al dictador a declarar el 14 de agosto día de la Envidia y el éxito también se repitió. Y por su propia inercia la dinámica del éxito continuó y en menos de un lustro todos los días del año estaban copados y había día del Rencor y día de la Novia Infiel y día de los Bisabuelos y día de los Esposos que se Aman pero en Realidad se Odian y día de los Adoradores de Onán y día de los que Quisieran Acostarse con sus Sirvientas y día de los Lectores del Marqués de Sade y día de los que Sueñan con Centauros. Para lugar a las nuevas ocurrencias hubo que dividir el día en varias partes: el 3 de enero al atardecer fue declarado momento de los que les Gusta Hacer el Amor en la Oscuridad de un Cine y el 16 de octubre en la madrugada momento de los que No Matan ni una Mosca y el 21 de diciembre al mediodía momento de los nostálgicos por el Chachachá. Y así sucesivamente. El dictador ya lograba más dinero anualmente con la venta de tarjetas que con lo que robaba sin disimulo de las arcas del país, pero no quiso dejar el poder. Quería morir con él, ya viejísimo y venerable patriarca.
Cuando le llegó la muerte era en verdad viejísimo. En su honor, la Junta de Notables del país declaró las cuatro de la tarde con veintisiete minutos y quince segundos del 2 de abril como el Fugaz Instante de los Dictadores Perpetuos.
En Desapariciones (Simón Patiño: Cochabamba, 1994); Desencuentros (Alfaguara: Miami, 2004); Imágenes del incendio (Algaida: Cádiz, 2005)
4 Comments:
chulo chulo, borgiano
Es un relato para meditar...
El sistema incluye a los corderitos y también a los marginales. Todo corderito necesita de un okupa, de un outsider, de un delincuente descarriado y precoz, o un facineroso, o una escandalosa farandulera –a quien la baja presión atmosférica de un Airbus 600 le reventó sus pechos de silicona–, con cuyas historias y penalidades, unas veces consolarse y otras escandalizarse, porque son ejemplo vivo del peligro que acecha en el bosque. Así, por mucho que el transgresor hipermarginal se considere afuera, está adentro. Aunque reniegue de todo, el sistema lo necesita, lo procrea, lo multiplica, lo amamanta, lo utiliza. Lo ejemplifica. El sistema no excluye a nadie, absorbe a todos.
….lógicamente el librero me debía una, y se la guardé. Un año más tarde lo encontré en el Club de los Poetas Muertos, como llamábamos al Círculo de Bellas Artes. Se había traído de la Argentina una astilla del ataúd de Borges e intentaba venderla a los conferenciantes del 3er Ciclo “Los Mundos Literarios del Genio Ciego”. Así que tuve que intermediar de nuevo por el buen fin de la operación comercial y utilicé el truco del multiplícalo por tres. Me dirigí al gran Formers –que participaba en calidad de experto borgiano–. Me hice la encontradiza y le ofrecí por tres millones de euros no sólo la astilla, sino también la jofaina de su última baba, la dentadura artificial y el lápiz del gran maestro. Formers aceptó de inmediato, “uy, qué bien, para mi colección”, y volví con la buena nueva a mi amigo el librero. “Pero ¿de dónde saco yo todo eso? –decía el muy bobo, probablemente con su esfínter dilatado de miedo– , ¿le diste mi nombre?”. “Pues claro”, respondí. El hombre se ahogaba en un vaso de agua. “No te preocupes mi culito jugosito” (le dí unas palmadas en la espalda), “lo tengo todo pensado”, y lo tranquilicé. Pero yo tenía asuntos propios de qué ocuparme, mis urgencias, mis proyectos. Una no puede orbitar siempre cual satélite alrededor de Formers, tanto más cuanto que yo no vivo directamente de él. Por tanto abandoné a mi querido pusi-pusi, bajé la escalera de mármol del Club de los Poetas Cadáver a toda velocidad y ya andaba por el hall de entrada cual torpedo cuando me alcanzó de nuevo el tipo, había bajado cinco pisos dando botes por los peldaños. Lo frené en seco: “Estate tranquilo y mantén el vientre compuesto, un negocio 3+1 es seguro, nadie va a comprarte la astilla a palo seco; hay que a-de-re-zar la oferta con zarandajas; lo único que puedo decirte es que vayas a por todas, muchachote anal”, y me largué.
PD. Si quieres saber como sigue la historia, escribeme.
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