DON DE LILLO, EL POETA DE LA PARANOIA
A pesar de que, como dijo Borges, es muy difícil conocer quiénes de nuestros escritores contemporáneos valen porque el tiempo todavía no ha ha hecho su antología, está claro que Don DeLillo es uno de esos clásicos instantáneos que algún día servirá de guía para los futuros lectores que quieran entender el tiempo confuso en que nos tocó vivir. DeLillo ha escrito tres novelas con garantía de permanencia: Ruido de fondo (1985), acerca de un profesor que estudia a Hitler y de un derrame de gases tóxicos en una pequeña ciudad universitaria: Libra (1988), una polémica ficcionalización de la vida de Lee Harvey Oswald y de la supuesta conspiración que acabó con Kennedy; y Submundo (1997), una vasta exploración del vacío moral subterráneo dejado en la sociedad norteamericana por la guerra fría. En cada uno de estos casos, la novela es, para DeLillo, “el escape a través del sueño, la suspensión de la realidad que necesita la historia para escapar de su brutal confinamiento”.
DeLillo nació en el Bronx en 1936. Descubrió la literatura a los dieciocho, leyendo a Faulkner. Poco después, con Joyce, descubriría que cada palabra tiene su propia historia, y que la tarea del escritor era encontrar el lenguaje que le sirviera para combatir las pesadillas de la historia. Después de estudiar Comunicación en la universidad de Fordham, DeLillo se dedicó durante cinco años a escribir slogans para una agencia publicitaria. Mientras lo hacía, iba formando una visión del mundo que le debe más al cine europeo del período –Godard, Fellini--, al jazz, al Expresionismo Abstracto de Rauschenberg y Pollock, que a otros escritores. Hacia 1966, ya estaba listo para asumirse como escritor en serio y embarcarse en su primera novela, Americana, que le tomó cuatro años y fue publicada en 1970. El título ya indicaba la desmesurada ambición de DeLillo: tomar como tema literario toda la cultura, toda la historia de ese país-continente que es los Estados Unidos.
White Noise (Ruido de fondo, Seix Barral) es una de esas novelas totales. Aquí, DeLillo escribe una tragicomedia posmo sobre la sociedad norteamericana contemporánea, dominada por el “ruido de fondo”, anestésico, de la cultura popular y saturada por el consumo (una de las mejores escenas transcurre en un supermercado). Jack Gladney estudia a Hitler, pero no tiene ninguna relación emocional con el jerarca nazi; Hitler es un tema académico más. En la novela, todo está mediado por el cine y la televisión: los personajes parecen estar viviendo “momentos televisivos”, y los turistas que visitan el granero más fotografiado del país para sacarle fotos, en realidad lo que quieren es sacarle fotos a los que le sacan fotos al granero. Cuando ocurre el desastre que obliga a Gladney, su familia y sus vecinos a evacuar la ciudad, la gente protesta porque el accidente no ha aparecido todavía en las cadenas nacionales de televisión. No hay cobertura televisiva, pero está el miedo a la muerte, lo único que en esta cultura parece ser auténtico y que influye en cada uno de los actos de Gladney a partir de la segunda parte de la novela.
El “poeta de la paranoia” (las palabras son de Martin Amis) vivió su infancia y adolescencia en la calle 182 del Bronx, a tres cuadras de la casa de Oswald (no lo llegó a conocer en persona). Hoy vive en Wetchester, Nueva York. Escribe siete horas al día, y está a punto de publicar una nueva novela, Falling Man, que gira en torno a la destrucción de las Torres Gemelas. Está casado hace treinta años y no tiene hijos. Es, junto a Pynchon y Salinger, uno de los tres escritores reclusos de los Estados Unidos, alguien que hace todo lo posible por mantener su privacidad y darle la espalda al circo mediático del que, hoy por hoy, ni siquiera los escritores escapan. Dice que se convirtió en escritor gracias a su denodado esfuerzo por “evitar un compromiso serio y responsible con cualquier otra cosa”.
2 Comments:
Creo que este es el post que definitivamente hará que agarré un libro de Don Delillo.
Deuda pendiente.
Las recomendaciones de Chuck Palahniuk sirvieron también para tomarle atención, pero ahora sí que pasa por mis manos.
saludos
Copado tu comentario, aunque me estaba informado sobre cosmópolis. Igual muy interesante.
Saludos.
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