Sunday, February 04, 2007


MARTIN AMIS Y EL GULAG

Todo escritor tiene obsesiones. Algunas de ellas despiertan inicialmente curiosidad, para luego ir, con los años, adquiriendo sentido. En el caso de Martin Amis y su relación con Stalin y el gulag, la crítica a su libro Koba: The Dread, estuvo marcada por los aplausos moderados y una pregunta insistente: ¿valía la pena, a estas alturas, seguir fustigando a los intelectuales de Occidente que, en los años cincuenta, apoyaron el proyecto comunista de Stalin e incluso, en algunos casos, llegaron a justificar las purgas implacables, los campos de concentración para los disidentes políticos, etc? ¿Es que eso no lo había hecho ya Camus, con mayor autoridad moral que Amis y en el debido momento?
Amis no se arredró. Su novela más reciente, House of Meetings (Knopf, 2007), tiene que ver con Stalin y el gulag y le ha servido, por lo pronto, para recuperar el lugar privilegiado que ocupaba en la literatura inglesa. Incluso un escritor tan exigente como John Banville ha elogiado House of Meetings sin reservas; sin duda, algunas de las razones de Banville son cuestión de estilo: la prosa de Amis es de un vigor y excelencia notables. Quizás una lección que Amis pueda sacar de esto sea que su registro narrativo funciona mejor en la distancia media (nouvelle, novela corta): lo prueban Time’s Arrow, Night Train, y su nueva novela. Otra lección es que lo que uno debe hacer con una obsesión es seguirle el rastro hasta que ésta termine por revelar sus secretos.
En los agradecimientos, Amis señala una serie de libros notables que se han publicado desde Koba y que han venido a dar un cuadro más claro de lo que pasó en la Unión Soviética de los años cincuenta: Gulag, de Anne Applebaum; Stalin, de Simon Sebag Montefiori; Ester y Ruzya, de Masha Gessen. House of Meetings puede leerse, entonces, como un intento de actualizar Koba. Lo cierto, sin embargo, es que lo que un escritor lee no importa tanto como lo que hace con lo leído. Lo que Amis ha hecho es escribir una brillante novela “rusa” sobre un triángulo amoroso ambientado en el gulag soviético. (El subgénero de la novela inglesa ambientada en Rusia ha dado en los últimos años dos magníficas novelas: ésta de Amis, y Por amor al pueblo, de James Meek).
La novela toma la forma del testimonio de un hombre que, en la vejez, recuerda su paso por el gulag y se lo cuenta a su hija Venus. Este testimonio puede emparentarse con la reciente novela sensación en Europa, Les Bienveillantes de Jonathan Littell: aquí también el narrador es un ser que no sólo ha sido testigo de la “degradación y el horror” sino que también ha tomado parte activa en éste. El narrador fue uno de esos tantos soldados soviéticos que, durante la segunda guerra mundial, se encargaron de violar a cuanta mujer alemana “de ocho a ochenta años” se les cruzara por el camino. Se trataba de un “ejército de violadores”. No importa si hubo circunstancias atenuantes para ello: el narrador concluye al final que “nadie supera nada” y que no es verdad que lo que no te mata te hace más fuerte; más bien, “lo que no te mata te debilita primero, y a la larga igual te mata”.
Está claro, entonces, el porqué de la obsesión de Amis con Stalin y el gulag: lo que ocurrió durante la guerra y en la post-guerra soviética es el tema de Amis por excelencia, el del descenso a los infiernos más tenebrosos de la psiquis masculina. En ese infierno, el sexo se convierte en una forma de violencia, y la violencia es también una violación sexual. A ratos, House of Meetings puede leerse como una versión sádica de Animal Farm de Orwell: en Norlag, donde tanto el narrador como su hermano Lev han sido internados, todos tienen un rango, una jerarquía que les permite abusar salvajemente a sus inferiores: arriba se encuentran los cerdos (los administradores y los guardias); luego vienen los urkas, las serpientes (los informantes), los parásitos, los fascistas (los recluidos por razones políticas), las langostas y los comedores de mierda.
Tanto el narrador como Lev están enamorados de la misma mujer, la judía y voluptuosa Zoya. Zoya llega a Norlag, y lo que ocurre en 1956 en la house of meetings (el lugar donde los prisioneros podían encontrarse con sus parejas) forma el corazón secreto de la novela. Baste decir que este hecho es un paso más del narrador en su caída hacia la degradación. La historia personal, aquí, se funde con la historia de amor, y de paso con la misma Historia: si Rusia hoy está agonizando, el narrador sugiere que eso se debe a que nunca tomó conciencia del horror de su historia, y por ello, a diferencia de Alemania, nunca trató de expiar ese horror.

1 Comments:

At 6:47 AM , Blogger Gonzalo B said...

La recepción crítica hostil que recibiera "Koba" de parte de algunos comentaristas responde también al contexto de la Guerra Fría y a que en ese tiempo gran parte de la intelectualidad se alineaba incondicionalmente con el proyecto soviético. Sería interesar comparar las críticas a uno y otro libro de Amis.

 

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