JUGANDO FUTBOL EN EL SUR DE FAULKNER, O LA GLOBALIZACION Y SUS LIMITES
Hacia 1988, yo estudiaba Relaciones Internacionales en Buenos Aires y comenzaba a tomar seriamente mi pasión por la literatura. Estudiaba en una universidad mediocre, lo cual me daba mucho tiempo libre para escribir cuentos y leer a los clásicos. Fue en ese entonces que un amigo en la universidad de Alabama me llamó y tentó con la posibilidad de ir a jugar fútbol –no americano, sino del nuestro—a los Estados Unidos. Él conocía al entrenador ruso del equipo de fútbol de la universidad y sabía que estaba ofreciendo becas completas a estudiantes extranjeros para pagarles los estudios a cambio de jugar por la universidad. ¿No me animaba? Yo era feliz en Buenos Aires, pero también me tentaba la idea de ir a los Estados Unidos, aprender inglés y estudiar con una beca completa. No sabía mucho de Alabama –tenía una idea muy homogénea de los Estados Unidos, aprendida en el cine: el país era una mezcla fantástica de California y Nueva York--, pero, dudas y todo, dije que sí. Pensaba que la beca no saldría. Pero salió: me pagarían la matrícula, la casa, la comida y los libros que necesitaría para mis clases. Así fue que llegué a los Estados Unidos.
Jugaba de mediocampista ofensivo. Como casi todos los chicos de mi generación, a los doce soñé con dedicarme al fútbol profesional. Luego me di cuenta –me hicieron dar cuenta-- que mi nivel no daba para la primera división; sin embargo, era suficiente para destacar a nivel colegial y universitario. Llegué a Huntsville, Alabama, como una estrella, pero no duré mucho así: mi juego parsimonioso, gambeteador, no funcionaba en medio del estilo norteamericano, que privilegiaba el juego agresivamente físico al estilo de los europeos (pero sin su elegancia). Tuve un primer semestre deprimente, de partidos en estadios con tribunas vacías, de juegos donde lo que más se aplaudía eran las jugadas defensivas y espectaculares –digamos, cuando el líbero del equipo contrario barría sin contemplaciones a uno de nuestros atacantes. Muchas veces pensé en volverme a Buenos Aires, sobre todo cuando sentía que esa gran diversión que era para mí el fútbol se había tornado en un trabajo (las mañanas que debí levantarme a las seis de la mañana, las sesiones interminables de entrenamiento bajo el sol agotador del fin del verano sureño). No lo hice porque, bueno, debía asumirlo: el fútbol era un trabajo para mí esos años. Me pagaba los estudios.
Jugué tres años por la universidad de Alabama, los suficientes para terminar mi carrera en Ciencias Políticas. De esos años recuerdo poco: los viajes en bus para jugar en distintas universidades del sur (cosa rara, conocer Memphis pero no tener tiempo para visitar Graceland); las noches en que me encerraba en mi habitación para leer a Orwell y Gibson mientras en la sala del departamento que compartía con cuatro jugadores del equipo de fútbol se reunían prácticamente todos los del equipo a ver ESPN en la televisión y a apostar los resultados del basquet y hockey; la vez que me escapé de un examen de literatura francesa alegando que tenía un partido importante –en las universidades norteamericanas, los deportistas tienen un sinfín de privilegios--; y, por supuesto, el fin de semana en que viajé por mi cuenta a Oxford, Mississippi, a visitar la casa de William Faulkner.
Mi carrera futbolística en Alabama concluyó cuando me rompí los ligamentos en un partido de entrenamiento. Me operaron y meses después volví a jugar, miedoso, dubitativo. Gran parte de mi última temporada la pasé en el banco, admirando que los Estados Unidos fuera una sociedad tan rica, capaz de ofrecer becas completas a jóvenes lesionados que jugaban un deporte extraño para la gran mayoría. Cuando Alberto Fuguet se enteró de mi pasado futbolístico, me preguntó por qué todavía no había escrito una novela al respecto. ¿Una novela sobre un boliviano que se costeaba los estudios jugando por una universidad en territorio faulkneriano? Puede ser. He leído cosas más extrañas.
Recuerdo todo esto ahora que acabo de leer un libro curioso de Franklin Foer: El mundo en un balón: la globalización a través del fútbol (Debate, 2004). Para Foer, el fútbol es el deporte más globalizado del planeta; hay jugadores nigerianos en Ucrania, hinchas del Manchester United y el Real Madrid en Asia, y transnacionales como Nike auspician equipos en Brasil y Escocia. Y sin embargo, Foer descubre en sus viajes que estas pulsiones globales se encuentran con resistencias locales en todas partes: el tribalismo identitario ha resurgido con más fuerza que nunca, y las marcas globales poco pueden hacer contra la fuerza de viejos odios, de un muy enraizado racismo. Estas identidades tribales explican la rivalidad que existe entre los hinchas del Celtic (católicos) y del Glasgow Rangers (protestantes) en un país tan desarrollado como Escocia; los hinchas del Rangers usan el color naranja en memoria de la expulsión de la monarquía católica en 1688 a manos de Guillermo de Orange; esta rivalidad, escribe Foer, es “una pelea continua acerca de la reforma protestante”.
“Nadie odia como un vecino”, dice Foer, y eso lo sé muy bien: en 1987, cuando vivía en Buenos Aires, fui a ver un Boca-River. Era hincha del Boca porque allí jugaba un boliviano, Milton Melgar (que también paseó su fútbol por Chile). En la Bombonera, las barras bravas de ambos equipos comenzaron a insultarse antes del partido. Los de Boca les gritaban “gallinas” a los de River. De pronto, los de River comenzaron a gritarles “bolivianos” a los de Boca. Un hincha boquense que no sabía que yo era boliviano se dio la vuelta y me dijo: “Nos jodieron. Y ahora, ¿me podés decir cómo superamos ese insulto?”
Foer, más que explicar la globalización, descubre sus límites. Su paseo por el mundo arroja vívidas anécdotas acerca de la importancia política y cultural del fútbol: aprendemos que los “hooligans” serbios del Estrella Roja de Belgrado tuvieron mucho que ver con la limpieza étnica de croatas en la guerra de los Balcanes en los 90, que los triunfos de la selección de Irán suelen ser catalistas para protestas contra la teocracia de los ayatollahs, que la corrupción latinoamericana puede entenderse a partir del fracaso del fútbol brasilero en tener una liga del nivel de la española o italiana (incluso de la argentina). Y también descubrimos que Estados Unidos, el villano en el drama de la globalización, es más bien una víctima cuando se trata del fútbol. Foer escribe: “Las corporaciones multinacionales son exactamente eso, multinacionales: no representan a la cultura o los intereses de los Estados Unidos. Así como tratan de cambiar los gustos y la economía de otros países, también han tratado de cambiar los gustos y la economía de los Estados Unidos. Uno puede ver esto con las campañas de Nike y Budweiser para vender el fútbol en los Estados Unidos”. A Foer, fanático del fútbol, hincha del Barcelona, le gustaría que en este caso Estados Unidos sucumbiera a las pulsiones globales. Su propio libro describe, sin embargo, que eso es poco menos que imposible. Y yo recuerdo los estadios vacíos en mis tardes jugando fútbol en el sur de Faulkner, y a mis compañeros viendo fútbol americano, basquetbol, beisbol y hockey en la televisión, y me digo que sí, en el Imperio que sueña con globalizarnos a todos impera, como en todas partes y acaso más, el tribalismo identitario.
12 Comments:
Guau, tu post fue una inspiración para mí.
Estoy acá en la universidad, aburrido de la maldita pirámide invertida y del periodismo "objetivo" ( qué tontera más grande la objetividad y la manera en que algunas personas la siguen)y leer algo como tu post sirvió para salir de la rutina, volar hasta Alabama y sentarme en una de las graderías medio vacías, para ver un boliviano jugar fútbol.
Nunca he ido a Estados Unidos, pero tengo la misma imagen (" una mezcla fantástica de California y Nueva York")
Confesión: poco había escuchado de Paz Soldán, hasta que en noviembre pasado asistí a la feria del libro acá en Santiago de Chile. Recuerdo la conferencia con Pablo Illanes, Patricio y Fuguet.
Hoy estuve (re) leyendo "se habla español" y aún encuentro el cuento de "Faulkner" uno de los mejores. (No he encontrado el libro de cuentos que lo incluye). Creo que algo tiene que ver ese cuento con tu post...
saludos
A propósito de fútbol en USA y las multinacionales, tu comentario me recordó una noticia que leí hace poco. Resulta que la compañía austríaca Red Bull acaba de comprar al equipo de fútbol de New York, los MetroStars, y decidió cambiarle el nombre a "Red Bull New York".
Como hincha del fútbol, no me veo aplaudiendo a un equipo que se llame "Reebok Minneapolis" o "Bennetton Wichita" y la genial movida de los dueños de Red Bull me parece un atentado contra el deporte. Nunca he entendido esto de las franquicias deportivas en USA y cómo se cambian de ciudad a ciudad como si nada. Al menos los hinchas locales parecen estar pataleando:
http://www.baltimoresun.com/sports/bal-sp.redbull19mar19,0,1833833.story?coll=bal-sports-headlines
Es interesante ver este punto de vista y coincido en que saldría una buena novela (incluso tan amena como la materia del deseo). Sin embargo, creo que el fenomeno del soccer en Estados Unidos es diferente al nuestro en latinoamerica. Acá en Chile por ejemplo Colo Colo es el equipo del pueblo y U. Católica de la gente más acudalada. En Perú es Alianza de Lima el que identifica un barrio y clase social popular, en Uruguay Nacional lo mismo y así.
El hecho de que en Estados Unidos esta identificación se limite al equipo de la ciudad o del estado es una parte del significado pero ¿que pasa cuando el dueño toma a los Hornets de Charlotte y se los lleva a New Orleans?, ¿Donde queda la identificación?. Me es muy dificil imaginar a Jesus, un amigo mexicano, gritando por el Chivas de Ciudad de México en vez del Chivas de Guadalajara. Seguramente es un sacrilegio pensar en que el "rebaño sagrado", como lo llamaba él, se pudiera ir al DF o a Monterrey por ejemplo.
El hecho de que en Estados Unidos un equipo tenga un dueño y que al final del año este será una linea más en los balances de sus tantas empresas hace que el soccer no signifique lo mismo para los norteamericanos que para un latinoamericano.
Me gustó mucho este post, poder conocer algo más de ti, de cómo llegaste a ser lo que hoy eres.
En cuanto al futbol, muy de acuerdo con Gonzalo, el futbol acá en latinoamérica es un sentir que une o que genera discordias profundas. Los gringos no se lo toman tan a pecho.
Y otra cosa que me pareció curiosa a este respecto es el hecho de que en Colombia, carteles famosos de la droga ejercían mecenazgo sobre importantes equipos.(...)
Un afectuoso saludo y en serio que extraño tus letras.
Es cierto lo que dices, pero por otro lado, ¿cómo te explicas que el fútbol americano, el básquetbol y el béisbol, que también funcionan con esa estructura, sigan siendo tan populares en USA? En este país, la gente disfruta del deporte en sí, pero al parecer la identificación con la ciudad o un sector de la población no es tan marcada. Es por eso que los equipos se mudan como si nada. En Chile, efectivamente, la Católica nunca podría jugar de local en La Legua porque ni siquiera los jugadores se presentarían.
Otra cosa que me llama la atención del deporte en USA es la pasividad de su público. Mientras que acá todos toman cerveza durante los partidos, en Chile está prohibido vender alcohol en las inmediaciones del estadio durante al menos un par de horas antes de cada encuentro. Todos sabemos por qué. Un poco de alcohol es el fast track para que hinchas de equipos contrarios se vuelen los dientes.
En USA, en cambio, he estado en partidos de la NBA en que los fanáticos conviven en las galerías como si nada. La cerveza fluye, pero nadie se excita más de la cuenta. Las pantallas gigantes les indican "Clap your hands" o "Make some noise" y todos se ponen a aplaudir como robots. Todo lo contrario de un clásico en el Estadio Nacional, donde lo común es quedar afónico y transpirar casi tanto como los mismos jugadores.
La pasion con la que se vive el futbo, dificilmente puede ser igualada por otro deporte, y para eso es muy importante la identificacion de la region con el equipo.
Edmundo, seria genial que puedas traspasar tu historia a una novela.
hola tony, sweet home, gonzalo y sonadora insomne. gracias por los comentarios, la verdad que es uno de los textos que he disfrutado mas escribiendo. Alberto Fuguet dice que algun dia deberia escribir una novela sobre mi experiencia en Alabama, pero no, creo que no da para tanto. A mi me llama la atencion que en USA hay partidos de la selecccion de futbol y afuera del estadio la vida sigue igual, en America Latina las ciudades se detienen cuando juega la seleccion nacional...
Nunca he leido una novela sobre el mundo del fútbol y no creo que un hincha de Bolivar tenga posibilidades de escribirla, aunque me parece motivo de interes que alguien de tu calidad literaria este dispuesto a novelizar el mundo futbolistico, claro que seria mas atractivo si mezclaras realidad con ficción, es decir que describas la Alabama que vistes en tus años universitarios con una mirada mas analitica y ficcional.
A mi me encanta el futbol y disfruto de cada partido de mis equipos favoritos, curiosamente ahora son fan del Inter porque una vez tuve la oportunidad de conversar y ver al Quily Gonzales y a la plantilla de jugadores argentinos de este equipo italiano mientras se realizaba un torneo en la ciudad donde vivo.
Sin duda alguna mientras mas futbol vemos mas euforicos nos volvemos, no importa si venimos de un barrio marginal de Bolivia o nacimos en New York o Paris, el futbol une vidas que hablan diferente pero que conviven bajo el idioma de la fraternidad en un partido, claro esta que los hooligans es un caso aparte y a la vez una representación del amor enfermizo a este deporte. Sim embargo mientras exista el futbol existiran peliculas como Goal y existiran momentos donde nuestros corazones se nacionalizen aun mas mientras nuestra querida selección lucha titanicamente por repetir la hazaña lograda en las eliminatorias para el mundial USA 94.
Me da gusto leer a un escritor-periodista (o como quieras llamarte) hablando de futbol. Si, es cierto, es raro que alguien fanático del futbol conozca a Faulkner, pero existen, Yo soy uno, y molesta cuando algunos "intelectuales" piensan que los que gustan del deporte son "cabezas-de-músculo" y que el futbol no es mas que 22 tipos persiguiendo una pelota. Eso es como decir que un libro son palabras una al lado de otra.
Con respecto al post, los antagonismos claramente se demuestran en los estadios del mundo. Aca en Chile los hinchas de la Universidad de Chile (entre los q me incluyo) acusamos a Colo Colo de haber sido el equipo de Pinochet, mientras que nuestro club representaba la oposición al régimen.
Saludos desde Chile.
tony, casi me olvido: gracias por lo de "Faulkner". El cuento está en Desencuentros (Alfaguara, 2004). Creo que el libro todavía no ha llegado a Chile.
Soñadora: mi nueva novela, Palacio Quemado, sale en octubre.
¡Felicidades por su cumpleaños! Le deseo un año grávido de venturanzas. Asimismo, sin motivaciones farisaicas, aprovecho la sazón para expresarle que usted es un autor indigno del olvido. En su caso no se aplica esta frase de Onetti: "Pero usted es un hombre hecho, es decir deshecho, como todos los hombres a su edad cuando no son extraordinarios".
hola isabel, gracias por los comentarios y saludos a juan carlos ramiro quiroga. ¿de mí? lee Río Fugitivo o amores imperfectos...
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