NOTICIAS DEL CUENTO NORTEAMERICANO
Lo admito: soy uno más de esos que critican el hecho de que los lectores no le den más importancia al género del cuento, pero que, a la hora de escoger sus lecturas en una librería, se decanta con facilidad por la novela que todos están discutiendo, el clásico de Dickens con el que uno está en deuda. Curioso status el del cuento, un género que debería estar destinado a cosas mayores entre los lectores contemporáneos. Pero no: en vez de escoger un compact con diez canciones –de las cuales cuatro suelen ser muy buenas--, preferimos una larga sinfonía que quizás sea mediocre. En fin…
Con todo, el cuento se las ingenia para sobrevivir. No sé quién compra los libros, pero en Estados Unidos los editores los siguen publicando. No sólo eso: un buen cuento publicado en el New Yorker puede servir para iniciar una carrera con los reflectores de la crítica puestos en la obra (por ejemplo, el peruano-americano Daniel Alarcón). Hay un amplio abanico de espacios para publicar, desde las revistas de prestigio que nadie compra pero que se encuentran en las bibliotecas (Epoch), hasta las muy bien financiadas, de diseño elegante (Zoetrope: All Story, de Francis Ford Coppola).
Aunque los latinoamericanos tenemos una tradición cuentística excepcional, lo cierto es que la norteamericana es mucho más amplia, más diversa, y se renueva con más frecuencia. Sólo pensando en escritores que han publicado un libro importante de cuentos en los últimos seis meses, se puede mencionar a Deborah Eisenberg, Charles D’ambrosio y George Saunders. En la lista también se incluyen escritores que han publicado antologías con algunos textos inéditos, y cuya retrospectiva nos muestra su calidad: Joyce Carol Oates, Amy Hempel.
El minimalismo de los ochenta, el de Carver y Ann Beattie y Bobbie Ann Mason, ya es parte del canon, pero hoy hay pocos rastros de su presencia en los cuentistas de primera fila. Los escritores que cuentan hoy son maximalistas, dados a experimentos formales (Saunders), a temas político-sociales (Eisenberg), a georgrafías diversas (D’Ambrosio). La “ficción doméstica” norteamericana, ésa que se ocupa de la vida emocionalmente pobre en los suburbios de la clase media norteamericana y que se desentiende de las grandes corrientes de la historia, se convirtió en un cliché porque se abusó de ella. En escritores como Deborah Eisenberg se pueden reconocer los temas y los registros más conocidos de la “ficción doméstica”, pero a condición de que entienda que aquí lo doméstico no es sinónimo de dócil, de familiar, de pequeño. Un cuento de su última colección, The Twilight of the Superheroes (Farrar, Straus & Giroux), nos hace ver esto con claridad. En el cuento, que lleva el mismo título del libro, un grupo de cuatro jóvenes con un futuro incierto se queda a cuidar, gracias a contactos, el piso lujoso de un coleccionista de arte en Nueva York. Este piso, con un patio ideal para asados, se encuentra frente a las Torres Gemelas. Ya lo sabemos: el 11 de septiembre partirá la vida de estos jovenes en un antes y un después. El barrio entero de los jóvenes se llena de “una patina pegajosa de ceniza de crematorio, inclus dentro de los pisos con ventanas cerradas”. Es, de verdad, el crepúsculo de los superhéroes, aquel que nos muestra que todo el poder y despreocupación de una sociedad ante lo que ocurre en el mundo se revela como una fachada lamentable. Todo en el cuento parece ocurrir en ese patio lleno de ceniza, pero éste se nos revela como un microcosmos que contiene multitudes. Se han escrito muchas novelas sobre el 11 de septiembre, pero ninguna con el poder emocional del relato de Eisenberg.
Charles D’Ambrosio es, como Eisenberg, un escritor realista, pero sus preocupaciones no son tan urbanas. En The Dead Fish Museum (Knopf), D’Ambrosio se enfoca en gente al borde de la locura, geografías al borde del mapa: en “Screenwriter”, el personaje principal es un guionista millonario que solía trabajar en Hollywood, pero que ahora se encuentra recluido en un sanatorio, sus facultades mentales extraviadas. En “Up North”, el narrador descubre que las infidelidades de su esposa, su promiscuidad, se deben a que en su infancia fue violada por un amigo o familiar, y se obsesiona por descubrir al violador; “The Bone Game” transcurre en caminos perdidos en el estado de Washington, en reservaciones indias en el noroeste de los Estados Unidos. Los personajes de D’Ambrosio son seres desesperados cuyos transtornos mentales los dejan con un pie fuera de la realidad. El realismo de D’Ambrosio es similar: sabe que ver a tu pareja prenderse fuego delante tuyo puede ser para algunos más realista que cualquier pesadilla o alucinación.
En cuanto a Saunders, escritor de la generación de Moody y Franzen, In Persuasion Nation (Riverhead) nos muestra que tenía razón el crítico que lo describió como una mezcla de Pynchon y South Park. Saunders es un satirista capaz de escribir cuentos que transcurren, literalmente, en el espacio restringido de un anuncio publicitario. “I Can Speak” es muy bueno, pero Arreola llegó cincuenta años antes allí, con “Baby HP”. En el último texto del libro, “Commcomm”, hay gente asesinada que se resiste a morir. ¿Una metáfora para el género cuentístico? Quizás.
9 Comments:
No lo había pensado, pero ese prejuicio a favor de comprar una novela es algo notorio en un gran número de lectores. Hace poco compré tres colecciones de cuentos para tomarme un recreo de las novelas:
- Gates of Eden, antología de historias escritas nada menos que por Ethan Coen (las que he leído hasta ahora se encuentran pobladas por el mismo tipo de personajes de The Big Lebowski o Fargo).
- Dark Universe, de William F. Nolan, serie de cuentos de uno de los guionistas clásicos de The Twilight Zone junto a Serling, Matheson y Beaumont.
- Thrillers, una colección de historias escritas por autores de thrillers y best sellers como James Patterson, David Morrell (Rambo), Heather Graham y Brad Thor. Nunca había tenido interés en leer a este tipo de autores y en las librerías siempre me saltaba los estantes con sus ladrillos sobreescritos de 400 páginas o más. Sin embargo, este volumen es una buena oportunidad para obtener una visión panorámica de lo que se está escribiendo en uno de los géneros más populares de la literatura estadounidense.
Si bien esto no resta nada al argumento central del artículo, tampoco pensemos que el cuento se encuentra tan desvalido en Estados Unidos. No hay que olvidar la gran difusión que tiene la serie "Best American", colección de libros con los mejores cuentos de cada año (así como también los mejores artículos científicos, los mejores reportajes, etc), la que en cada oportunidad es editada por un escritor invitado (algunos de los últimos han sido Michael Chabon y Walter Mosley). Algo así debéramos hacer en Latinoamérica para difundir nuevos cuentos y autores.
Otras antologías anuales de cuentos son la de los premios O. Henry y la "Best American Non Required Reading" de Dave Eggers, la que publica relatos de autores más desconocidos o editoriales pequeñas.
Por último, para los que también gustamos de los géneros, existen diversas revistas mensuales de cuentos tales como la de Ellery Queen o Alfred Hitchcock (misterio), Isaac Asimov, Analog, Fantasy & Science Fiction (ciencia ficción), Weird Tales (terror) y muchas otras románticas, de western y aventuras. Si bien la calidad de estas últimas no es la mejor, sí son un buen foro para nuevos autores.
señor k, leer a los nuevos no significa dejar de leer a los clásicos. leer cuentos no significa dejar de leer poesía.
Sin duda alguna nunca podremos evitar admitir que los cuentistas norteamericanos siempre renovaran el cuento mundial con sus impresionantes historias de ficcion domestica
Gracias por la referencia de los libros y de los autores.
Hace un tiempo, me acuerdo que Aleskandar Hemon estaba hablando de renovación en la literatura norteamericana, de una salida de la literatura de los suburbios y de los workshop, lanzándose de nuevo a la ciudad, y sobre todo, de una vuelta a la publicación de cuentos.
Pero bueno, gracias por los datos, y espero conseguir el libro de Alice Munro pronto.
Saludos desde Santo Domingo.
Llegué aquí por un comentario en la revista Ñ, de Argentina. Seguiré leyendo. Dicho sea de paso, soy 100% cuentista, he publicado libros de cuentos para chicos, y me quejo de que las editoriales argentinas ni siquiera aceptan leer originales si se tratan de cuentos (y me encuentro en esa miserable situación), pero a la hora de comprar... en general prefiero novelas. Mea culpa.
Me llamo Guido, 21 años. También llegue aqui por la Revista Ñ de Argentina. ¿Que pasa con los cuentos? Ni hablar de la poesía.
Muchas gracias. Saludos desde Buenos Aires.
Los invito a pasar por mi blog. vientodellugar.blogspot.com
No hay mucho pero espero ideas.
Gracias a usted, debo decir, es que los cuentos se han convertido en mi pasión.
No tiene idea cuantas veces he leido "Dochera".
Por cierto, disfruté "Norte" y he comenzado a esperar más cuentos.
Estaba esperando verlo en el encuentro del pasado 23 y 24, pero le pude esuchar con atención y descubrí éste medio de comunicación.
Con mucho respeto, su admiradora,
Paola y Paula también...
Señor Edmundo...
¿Dónde está?, ¿Dónde está que no le veo?
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